Cuánto sacrificio por llegar a la Laguna 69

In Crónicas de Viajes, Perú
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¿Qué tiene de bueno el trekking a la Laguna 69? Cuando estés a punto de desistir, de abandonarlo todo, recuerda que al subir la última colina del nevado, habrá una recompensa disfrazada en paisaje que te sorprenderá y superará tus expectativas. De eso se trata.


Nos alistamos desde muy temprano, la furgoneta nos recogió en el hostal cuando aún no asomaba el sol (cinco de la mañana). El grupo estaba conformado por personas de distintas nacionalidades, de las cuales, éramos los únicos en hablar español. La distancia hasta la primera parada fue larga, de esto me percaté al regreso porque a la ida casi todos fuimos con la cabeza hacia un lado y los ojos cerrados.

Descendimos para desayunar en la laguna de Chinancocha (ubicada dentro del Parque Nacional Huascarán), aguantando un frío desmedido que ni el té caliente de coca pudo frenar. Volvimos al vehículo para llegar, luego de 40 minutos, al inicio del camino que conduce hasta la Laguna 69.

Paisaje de la Laguna de Chinancocha
Laguna de Chinancocha.

En un principio nos dijeron que el recorrido se componía de tres horas, tanto de ida como de venida, pero nunca mencionaron lo agotador que sería. Avanzamos lento, como nos habían aconsejado; no quitarse el abrigo –a pesar del calor repentino– fue otra recomendación, ya que el cambio brusco de temperatura en el cuerpo podría traernos consecuencias desfavorables. Por momentos aparecía el sol y después el viento helado se abría paso entre los arbustos.

Andrea caminaba más despacio de lo indicado, por lo que llegué 10 minutos antes que ella al primer punto de descanso. La señora que hacía de nuestra guía me dijo que podía pedir un caballo para que la regresara hasta donde se encontraba la furgoneta parqueada, –pero recién iniciaba el viaje– y que pese a cualquier circunstancia, mi querida esposa no debía sentarse, sino caminar, sin importar que avanzara lento.

Continuamos la marcha, algunos iban mucho más adelante y sin darme cuenta me vi caminando solo, sin nadie a menos de 50 metros –o más– de distancia. Mientras subía por la senda de la montaña, veía a lo lejos la chompa de Andrea; un diminuto punto verde moviéndose lentamente. A veces me detenía a tomar agua y a los pocos segundos seguía. Pero en ocasiones paraba, me apoyaba sobre una roca y luego de un largo rato, retomaba el paso.

Inicio del camino hacia la Laguna 69.
Por aquí inicia el largo camino.
Nevados y montañas, rumbo a la Laguna 69.
Nevados que acompañan durante el trayecto.

En algunas oportunidades fui acompañado, entablé amistad con dos chicas de Jerusalén –Israel–, conversamos un poco y les compartí galletas Oreo (me confesaron que eran adictas a este dulce). También hubo ratos que nos detuvimos para recargar fuerzas. Avanzábamos y volvíamos a frenar los pies para tomar agua y, obviamente, tomar fotos del paisaje; en un instante del trayecto recordé que era yo quien tenía la mochila con comida y la botella, pensé: “ojalá alguien también le brinde algo de beber a Andrea”.

Al cruzar la pequeña laguna 68, volví a encontrarme solo. Caminaba junto a las vacas (que paseaban libremente por la zona) con cierto temor, algunas mugían y miraban defectuosamente a todo aquel que pasaba cerca de ellas. Sin embargo, en la última cuesta –la más fuerte– tuve compañía, y a pesar de que intenté conservar la mayor energía posible, las personas eran tan cordiales y buenas que me fue imposible decirles que prefería mantenerme callado y no conversar. Hasta que en un punto, el estadounidense que durante este trayecto final me esperó en varias ocasiones mientras yo descansaba, dijo: “voy a seguir avanzando”. Por dentro saltaba de alegría. Y le contesté amablemente que no había problema.

Laguna 68, en medio de montañas.
Laguna 68, punto de descanso donde nos brindaban te de coca.

Sin aliento, deseando encontrar una cama o, mejor aún, un spa japonés, continué moviendo mis piernas hasta que logré divisar el resplandeciente color turquesa de la Laguna 69. La sensación de estar allí parado, observando semejante obsequio proveniente de la naturaleza, no tiene descripción ni comparación alguna. Había bastante gente allí (casi todos los de nuestro grupo), fascinada por la experiencia que estaban viviendo.

Llegando a la Laguna 69.
Cuando ya no podíamos más, este era el paisaje que nos motivaba.
Nevados y la Laguna 69.
Esta imagen guarda un secreto en el punto de luz, ¿pueden verlo?
Cascada cayendo sobre la laguna.
Pequeña cascada.
Paisaje de la laguna en medio de los nevados.
Todos admirando semejante paisaje.

Lo primero que hice fue sentarme a comer cerca de la laguna, en ese momento me di cuenta que, sí o sí, debía llegar hasta el otro extremo para tocar el hielo de la montaña. La distancia no parecía muy larga y las rocas aparentaban ser fáciles de atravesar. Así que me puse de pie y empecé a caminar. Una vez más estaba solo, las personas que antes estuvieron aquí ya se habían regresado.

Algunas piedras trataron de hacerme caer, la arena en la orilla de la laguna quiso enterrar mis zapatos, pero aún así logré acercarme al hielo. No puedo negar que sentí un poco de miedo al verme allí, tan solitario, en medio de enormes montañas sin nadie a mi alrededor. Retorné deprisa, no tenía mucho tiempo. La guía me había dicho que en 40 minutos empezaríamos el descenso. “Cuando venga su novia –no decía esposa– se toman la foto y bajamos enseguida”. A pesar de asentir con la cabeza, sabía que eso no ocurriría.

Agua cristalina de la Laguna 69.
Al otro extremo de la laguna.
Hielo de la Laguna 69.
Tocando el hielo.

Andrea llegó media hora después que yo. La abracé como si no la hubiera visto en meses. Le pregunté si se sentía bien, me quedé más tranquilo cuando noté en su mano derecha una botella de Sporade que le habían regalado. Me contó que estuvo a punto de tirar la toalla varias veces, pero la gente que pasaba la animaba a seguir (ella también alentó a una señora del grupo que no podía avanzar más). Luego compartimos un chocolate Hershey’s y nos tomamos fotos.

Frente a la Laguna 69.
La foto que no podía faltar.

Teníamos dos horas para llegar a la furgoneta, dijo la guía, pero la verdad es que la mayoría conseguimos regresar en tres. En el retorno fui la mayor parte junto a Andrea. Al descender la montaña, nuestros cuerpos ya no eran los mismos, nos pasaron una factura enorme por todo el esfuerzo provocado. Esa noche caímos muertos. Pero aún así, fue la mejor manera de celebrar nuestro primer aniversario.

Para ver más fotos de la Laguna 69, sólo haz clic aquí.

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13 Comments

  1. Me acuerdo como sufrí para llegar ahí en verdad es un largoooo camino… encima, mi amigo nos dijo para acampar (él ya lo había hecho) y nosotros le seguimos… subir con carpas y cosas en verdad es matadooo, estuve a punto de rendirme varias veces aunque al final mi enamorado y mis amigos me llevaban la mayoría de cosas xD
    Excelente post!

    • Es uno de los caminos más pesados que hemos realizado, pero definitivamente valió la pena. Jajajaja tuviste suerte. Muchas gracias =)

    • Jajaja créeme que también estuve a punto! Pero ya había avanzado la mayoría y no podía dejarlo. Así que lo logré y valió la pena (:

  2. me parece un buen reto para todos los aventureros, para así poder admirar la bella, gracias al gran sacrificio que se puso para llegar en ella. 🙂
    Uds me motivan cada día a seguir sus pasos..

  3. en que mes realizaste este trek? tengo pensado hacerlo en una o dos semanas pero no se como tratara el clima. segun los centros de turismo la visita es el anho entero pero tampoco quiero ir y encontrarme todo oscuro

    • Nosotros fuimos en agosto. No sé cuál época sea mejor, pero puedes guiarte cómo estará el clima por la App de Weather Channel. La verdad que vale mucho la pena ir allá.

Gracias por tu comentario, lo apreciamos mucho.

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