Resistir a todo, con tal de conocer un Bosque Petrificado

In Crónicas de Viajes, Ecuador, Sierra
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No importa cuánto se tarde el viaje, tampoco el estado del clima, la sensación de haber llegado a un lugar único en el mundo (como el bosque petrificado de Puyango), supera cualquier odisea.


Del hostal de Alamor (un pequeño pueblo que se encontraba en sus fiestas de cantonización) salimos rumbo a la carretera con todas las maletas porque la intención era dirigirnos a Pindal después de conocer el Bosque Petrificado. Armamos el cartelito con el nombre del lugar al que aspirábamos ir y levantamos el pulgar a cada auto que cruzaba ante nosotros; continuamos así durante largo rato, esperando sin que nadie se dirigiera hacia Puyango.

En la estación de buses Transalamor, dijeron que a la una de la tarde partía un bus con dirección al bosque, bueno, cerca del bosque. Pensando en esto y tras permanecer más de 30 minutos al pie de la ruta, optamos por ir nuevamente allí, solicitamos los boletos con la seguridad de adquirirlos con facilidad, pero la chica nos informa que se han agotado, aconsejándonos a que hablemos con el chofer cuando llegara para averiguar si existe la posibilidad de viajar en la cabina. Llegó el señor, preguntamos y dijo que no hay problema en llevarnos adelante. Desconocía el costo que pudiera tener, y mientras lo pensaba, recibimos una mala noticia, sólo uno de nosotros podría ir junto al conductor debido a que llevaría a su mujer

Yo iría atrás parado, total, siempre he viajado así en busetas. Comenzaron a cargar los sacos de arroz y verde en el techo, buscamos en la parte trasera del bus el espacio para guardar las mochilas grandes, y la sorpresa fue que no había más que un hueco sumamente pequeño y lleno de más sacos. “Ahí van apretadísimos, ni mover se pueden”, mencionó un señor. Así que decidimos volver al punto de la carretera donde estábamos para hacer dedo (auto-stop). Enseguida se detuvo una camioneta, justamente el señor se dirigía hacia la cuidad de Machala ­–pasaba por el bosque–. Todo parecía ir con total normalidad, hasta que en una curva nos sorprendió un control policial.

“Me cagaron, me cagaron”, repetía el señor, a la vez que se colocaba rápidamente el cinturón de seguridad. Estoy seguro que los oficiales lo vieron, pero por suerte no hicieron nada al respecto, únicamente le pidieron los papeles y permitieron que el carro siguiera. Tampoco notaron la cerveza Corona que tenía al costado izquierdo del volante. Creía que sólo eso tenía de irregular, pero luego de bajarnos Andrea me cuenta que vio varias fundas con bastantes dólares en la parte trasera de los asientos.

Nos dejó en el puesto de control que se encuentra a la llegada de la provincia de El Oro. Estuvimos largo rato conversando con uno de los militares, aguardando a que un auto vaya en dirección al bosque, el cual estaba a 5 km, cerca pero largo si íbamos a pie con las mochilas. Nadie se desviaba hacia allá, sin perder las ansias, esperábamos a que ocurriese algo bueno, y así fue, otro militar se ofreció a llevarnos gratuitamente. En el corto trayecto nos comentó que él también ha viajado por el país gracias a su trabajo, pero siempre extraña mucho a su familia; lo comprendo perfectamente.

Al entrar a las oficinas del Bosque Petrificado, nos permitieron guardar las mochilas grandes en un cuarto. No necesitamos contratar un guía porque una estaba a punto de salir con unos chicos que andaban en camioneta. Fuimos en el balde, y al estar andando hasta la entrada del bosque, cayó una pequeña lluvia que con el pasar de los segundos fue aumentando. Llegamos al lugar tan esperado, y antes de empezar el recorrido, tuvimos que regresar a guardar las mochilas pequeñas en la cabina de la camioneta y colocar el complicado protector a la cámara. Éramos el único grupo que se encontraba por esas sendas bajo la lluvia, pero de todas formas los árboles convertidos en piedra se mostraron deslumbrantes ante nosotros.

Entrando al bosque.
Entrando al bosque.
Letreros para no perderse de nada.
Letreros para no perderse de nada.
Madera transformada en piedra.
Madera transformada en piedra.
Tronco petrificado roto.
Tronco petrificado roto.
Creo que la naturaleza exageró cuando dije que tenía calor.
Creo que la naturaleza exageró cuando dije que tenía calor.
Cada aro representa 10 años de edad para el árbol.
Cada aro representa 10 años de edad para el árbol.
El camino continúa.
El camino continúa en el bosque petrificado.
Posando junto al árbol más grande y antiguo.
Posando junto al árbol más grande y antiguo.
Hasta la fecha desconocen su identidad.
Hasta la fecha desconocen su identidad.
La cruz del soldado caído.
La cruz del soldado caído.

Este es un fenómeno realmente admirable; el tronco de un árbol enorme caído transformado en piedra sólida. La guía explicaba que hace millones de años hubo explosiones volcánicas bajo el agua (si mal no recuerdo las palabras de la señora), y varios minerales quedaron impregnados en los troncos, ocasionando esta maravilla natural. Existen dos bosques petrificados más en el mundo, uno se encuentra en Estados Unidos y el otro en Chile, ambos se hallan en partes desérticas.

Al finalizar el paseo, los chicos de la camioneta nos llevaron hasta el pueblo de Alamor (la idea original era quedarnos en la vía a Pindal, pero la lluvia no favorecía en nada), ya que iban camino a la cuidad de Loja. Éramos cinco en el balde, cinco personas empapadas y con frío. Más adelante nos percatamos de que el conductor había tomado mal el camino, estábamos en dirección a Machala, circunvaló en plena curva mientras rogábamos que no viniese ningún auto. Fueron casi 40 minutos que soportamos sentados con el cuerpo a bajas temperaturas, la lluvia cayendo encima y esquivando pequeños derrumbes, pero valió la pena.

Todo lugar nos saca una sonrisa.
Todo lugar nos saca una sonrisa.

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