Mujeres viajeras, las más valientes

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No es necesario que llegue el día internacional de la mujer para destacar y recordar el coraje que caracteriza a las mujeres viajeras, aquellas que se atrevieron a soñar en contra de lo establecido por la sociedad: andar por el mundo.


Pasado la media noche empiezo a escribir este post desde la laptop, hace días que venía con la idea de redactarlo pero no sabía por dónde empezar. Cientos de artículos han salido a la luz desde distintos países hablando sobre el mismo tema, varios compartían opiniones similares y otros manejaban criterios desde diferentes puntos de vista.

Pero no podía empezar antes, no concretaba la idea y –como mencioné en el párrafo anterior– recién ahora me encuentro con la máquina, ya que la compartimos con Andrea y ella necesitaba usarla, en un principio para trabajar (es diseñadora gráfica, una de las mejores y no lo digo porque sea mi esposa), después para expresar al mundo lo que sus ojos captan a través de un lente, contar en imágenes su diario de vida, ya que ella es una más de las que se atrevieron.

Una más que se decidió a escuchar lo que dicta su corazón en vez de obedecer las exigencias de nuestra sociedad. Evitó que las frases populares y negativas pasaran hasta su espíritu aventurero, las cuales se basan en el peligro eminente que corre una mujer al lanzarse a recorrer el mundo, sobretodo si empieza por Sudamérica.

Acostada entre las flores.
Libre y con enormes alas para conocer el mundo.

“¿A caso no ven las noticias?”, “Con tanta gente mala en el mundo les puede pasar algo, en especial a ella”, “¿¡No se enteraron de lo sucedido en su país!?”. Estamos al tanto de lo que ocurre en los sitios próximos a visitar, y sí, también nos enteramos del lamentable hecho ocurrido en Montañita, hoy queremos recordar a esas dos mujeres valientes que salieron en busca de sus sueños.

Tenemos muy claro que en cualquier momento puede llegarnos la hora de partir (sea bajo cualquier circunstancia), aunque no por eso dejaremos de hacer lo que amamos. Lo mismo que te puede suceder estando al otro lado del mundo, te puede pasar al doblar la esquina de tu casa. Estamos conscientes de los riesgos que se toman al viajar, los tenemos presentes, sin embargo, no llevamos esos miedos en la mochila –al menos eso tratamos–.

En lo más alto del Cerro Campanario.
Siempre feliz de viajar.

Es mejor estar sola, que mal acompañada

Estamos acostumbrados a escuchar que una mujer no puede ir sola con una mochila a cuestas, caminando por diferentes lugares del hemisferio; en mi opinión, quienes lo consiguen, tienen más “agallas” (por no decir huevos) que muchos hombres dedicados únicamente a criticar cuando ven a una mujer realizando algo que ellos mismo no se atreven.

Incluso, sin hablar de temas tan extremos como los viajes largos, ¿Cuántos no están conformes al ver a una mujer detrás del volante? Creyendo aún que existen modalidades o profesiones incompatibles con el género femenino. Nada está escrito.

Es cierto que una mujer viajando sola enfrenta más riesgos que un hombre gracias a la sociedad en la que vivimos, la ven más vulnerable y débil, en pocas palabras: se muestra como una víctima fácil, pero afrontar dichos problemas diariamente, la vuelven más fuerte.

¿Te imaginas llegar de noche a una ciudad nueva? Para hacerlo más aterrador agrégale lluvia y locales comerciales cerrados con calles poco iluminadas. Nadie decide aparecer tarde en un sitio que ni siquiera conoce, son situaciones dadas por el destino, suelen suceder en los viajes. La pregunta es ¿Tú qué harías en estos casos? Aparte de sentir pánico hasta más no poder, debes tomar fuerzas de donde no las tienes y atreverte, actuar.

Escenas de miedo pero cercanas a la realidad. Una vez (antes de vivir viajando) Andrea tuvo que viajar sola para tomar unas fotos que le solicitaron, fue en bus, llegó a una ciudad ubicada a tres horas de distancia de donde me encontraba. Luego se dirigió hacia una zona alejada para fotografiar el volcán más grande del Ecuador, por lo que tuvo que pasar una noche en las faldas del Chimborazo, dentro de unas cabañas sin ningún tipo de señal telefónica para comunicarse, donde la cuidadora se iba al atardecer y sólo quedaban los perros.

Estuve toda la noche pensando en cómo se encontraría, si estaría bien, segura, sin carencias. No le ocurrió nada grave (más que una noche en vela con frío insoportable), sin embargo, lo mismo que imaginé durante esas horas destinadas a dormir, es lo mismo que diariamente perciben en sus mentes las madres de todas aquellas mujeres intrépidas que decidieron obviar los prejuicios tradicionalistas y demostrar al mundo la posibilidad de viajar solas.

Por cualquier margen que se lea la historia de la humanidad, se perciben grandes recorridos protagonizados por nómadas, gente colmada de curiosidad migrando de un extremo a otro, y entre esas personas caminaban mujeres.

En la cima de la montaña.
Sin temor a elegir nuevos caminos.

Gertrude Bell, Annie “Londonderry” y Amelia Earhart (por nombrar algunas), fueron viajeras incansables de épocas pasadas, luchadoras que se atrevieron a viajar por un mundo marcado tres veces más por el machismo que existe actualmente.

Por ellas, por las que salieron, por las que vendrán, por todas. Respeto por las mujeres viajeras, una vocación que no es bien vista ante los ojos de los demás, pero que es imposible frenar porque quienes la escogieron, lo hicieron con el corazón.

Dedicado a todas nuestras amigas viajeras (solitarias y acompañadas) de Argentina, Ecuador, España, Venezuela, Uruguay, Perú, Chile, México y el mundo entero.

1 Comment

  1. Admirable, mujeres muy valientes y decididas, continúen sin desmayar porque la vida es una sola y hay que disfrutarla correctamente.

Gracias por tu comentario, lo apreciamos mucho.

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