Paisajes alucinantes en lugares inesperados

In Crónicas de Viajes, Ecuador
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Un recorrido por los puntos turísticos y otros escondidos de Bahía de Caráquez y San Vicente, llegando hasta una playa poco conocida, donde la visión de un joven soñador, lo llevó a construir una escuela ecológica con una malla curricular distinta y original.


A San Vicente llegamos en la tarde, sorprendidos por el enorme puente que lo conecta con la ciudad de Bahía de Caráquez, el más extenso del país (tiene una longitud 1.980 metros), cuyo nombre es Los Caras; algunos afirman que dicha denominación se debe a los antiguos habitantes que residían en el lugar.

Aquí nos recibió, de la mejor manera, la familia de un gran amigo –Alfonso Loor–, y desde un principio, su papá, el señor Guillermo Loor, se convirtió en nuestro guía turístico personal. Al caer la noche nos llevó, junto a su esposa (la señora Glinis de Loor), a contemplar, en lo alto de una colina, el puente con todas sus luces encendidas, así como también un recorrido por ciertas calles de Bahía.

Puente Los Caras iluminado
Puente Los Caras iluminado.

Al día siguiente, acompañamos al señor Guillermo a entregar varias encomiendas, durante el trayecto aprovechamos a tomar fotos de los paisajes. Conocimos algunos lugares que no hubiésemos podido llegar por nuestra cuenta, ya que las zonas no eran nada turísticas –ni confiables–, es más, al parquearnos con el auto, tuvimos temor de bajarnos con la cámara, pero enseguida el señor Loor salió por la puerta y saludó a los muchachos (parecía un Alcalde, siempre saludaba a quien pasase por en frente) que allí estaban sentados, bebiendo alcohol purito.

La vista desde esa altura era impresionante, no entendía cómo los chicos preferían beber y estar en el celular, dándole la espalda a semejante panorama. A un costado vimos a otro joven sentado sobre la baranda, con la mirada hacia el horizonte; decía que esto lo veía todos los días, ya que sólo debía salir de su casa y dar algunos pasos para llegar acá.

Atardeceres inolvidables.
Atardeceres inolvidables.
Un puente en el paisaje.
Un puente en el paisaje.
Ni las mallas ocultan el increíble cielo sobre Bahía.
Ni las mallas ocultan el increíble cielo sobre Bahía.
Sobrevolando la ciudad.
Sobrevolando la ciudad.
Chicos bebiendo.
Chicos bebiendo.

Luego nos dirigimos hacia la Isla Corazón, un refugio de vida silvestre donde el mayor atractivo era treparse en una canoa y navegar entre los manglares, viendo las fragatas y un montón de animales más, así como la biodiversidad de su flora. Lamentablemente no pudimos aventurarnos al paseo porque era tarde, por otro lado, el costo rondaba los USD $15 por persona.

Lo que sí conseguimos fue contemplarla de lejos; la paz que transmitía era extremadamente notable, el cielo, el silencio –interrumpido sólo cuando algún pájaro comenzaba a trinar– y el aire se prestaban para permanecer allí sin fijarse en el reloj. Seguimos con el señor Guillermo por otros pueblos entregando las encomiendas, hasta que cayó la noche y fuimos, junto con su esposa, a Canoa; la semejanza con el pueblo de Montañita es notable, aunque que aquí se sentía, de cierta forma, un ambiente más tranquilo.

Isla Corazón.
Isla Corazón.
El sol jugando con los árboles.
El sol jugando con los árboles.
Muelle de tranquilidad.
Muelle de tranquilidad.
Regalos paisajísticos en el camino.
Regalos paisajísticos en el camino.
¿Pintura o realidad?.
¿Pintura o realidad?

Mientras Andrea y yo caminábamos hacia la playa, nos encontramos con una pareja de argentinos que vimos anteriormente en Manta, charlamos un poco y nos comentaron que se sentían desanimados por la escasa venta del día; en ese instante decidí comprarles tres pulseras que sumaban el total de USD $4. Al entregarles las monedas, les dije: “Es que cuando te ayudan, tú también debes ayudar”. Ya que momento antes, cuando buscaba mi billetera para pagar la cena, el señor Guillermo dijo que él invitaba. Debía retribuir el favor, que sin duda alguna les dejó una inmensa sonrisa a los chicos. Al regresar a San Vicente, pudimos escuchar el estridente canto de las ranas, y observamos a varias de ellas saltar por las calles.

Ranas haciendo algo más que cantar.
Ranas haciendo algo más que cantar.

En otra ocasión, a plena luz del día, el señor Loor nos condujo hacia La Cruz Blanca de Bahía, ubicada en lo alto de una montaña, donde el espectáculo consistía en observar, con un ángulo de 360 grados, toda la ciudad hasta la lejanía del océano. Este mirador gigante regala una vista espléndida que sorprende a cualquiera, incluso a los que sufren de vértigo.

Bahía de Caráquez y su correntoso mar.
Bahía de Caráquez y su correntoso mar.
Veleros frente al puente.
Veleros frente al puente.
Lejanía del océano.
Lejanía del océano.
Escalinatas de La Cruz Blanca.
Escalinatas de La Cruz Blanca.

Luego, mientras caía el sol, nos dirigimos hacia su finca llamada Rosa Blanca, se trata de una finca familiar ubicada a media hora de su casa. Durante el trayecto pudimos apreciar hermosos paisajes, aunque debido a la noche, nos quedamos sin ver los enormes árboles que tanto nos habían mencionado, como uno en particular, situado a la entrada, que posee cinco tonos de colores sobre sus hojas, del cual sólo notamos su silueta oscura.

Paisaje de montañas memorables.
Paisaje de montañas memorables.
Verde naturaleza.
Verde naturaleza.
Tomar asiento y relajarse en la finca Rosa Blanca.
Tomar asiento y relajarse en la finca Rosa Blanca.
Cabuyal y la escuela ecológica

Nos hablaron de varias playas ligeramente escondidas, como Cabo Pasado y Cabuyal. Para entrar a la primera se debe recorrer un sendero de aproximadamente hora y media (algunos lo cruzan en bicicleta para ahorrar tiempo), una vez que se llega a lo más alto, se puede visualizar en el mar varias rocas unidas entre sí, como formando un pozo; esto fue diseñado por los antiguos habitantes de la zona –hace miles de años–, con la finalidad de capturar peces. El método consistían en que, al momento que descendía la marea, los animales se quedaban allí atrapados. Actualmente es imposible usar este mecanismo, ya que para pescar, se debe adentrar mucho más hacia altamar.

Fuimos a Cabuyal con los señores Loor, el ingreso en auto duró veinte minutos aproximadamente, el camino era de tierra y poseía ciertas pendientes, pero valió la pena el trayecto porque al llegar, una playa casi virgen en su totalidad se mostraba reluciente. Sólo había algunas casas de madera y una escuela llamativa y poco convencional.

Se trata de la escuela Nueva Esperanza, certificada por el Ministerio de Educación y dirigida por Felipe Gangotena, un joven pianista que en el 2004 emprendió un viaje a pie desde Salinas –Santa Elena– hasta Atacames, en tan sólo 25 días, caminando únicamente por las playas, recibiendo ayuda de pescadores y gente que vivía humildemente frente al mar. En pocas ocasiones tuvo que salir a la carretera porque no había otra forma de cruzar.

En la carretera hacia Cabuyal con los señores Loor.
En la carretera hacia Cabuyal con los señores Loor.
La majestuosa playa de Cabuyal.
La majestuosa playa de Cabuyal.
¿Cuántos no hubiésemos deseado estudiar en un salón con semejante vista?
¿Cuántos no hubiésemos deseado estudiar en un salón con semejante vista?
Estudiar con la teoría y la práctica.
Estudiar con la teoría y la práctica.
Andrea y su traje de Reina del Banano.
Andrea y su traje de Reina del Banano.

Él es oriundo de la ciudad de Quito, y realizó esta travesía para encontrar un lugar en el que pueda establecerse dentro de la Costa. Fue un gran viajero anteriormente, estuvo muchas veces por Centroamérica, pero luego su meta cambió de rumbo, buscaba asentarse en un sitio distinto, y fue aquí, en Cabuyal, donde halló su destino, el cual lo esclareció con la creación de dicha escuela.

Su construcción es de madera, cuenta con un área de carpintería, arte, cocina, serigrafía, manualidades y el famoso Salón de Asamblea de la Comuna, donde se encuentra una biblioteca muy bien equipada, en la que contemplé durante muchos minutos los títulos de los libros, que iban desde poesía, historia, gramática hasta física y biología, con un centenar de revistas como las de “National Geographic” y las del sello nacional “Ecuador Terra Incógnita”.

Imposible resistirse a vivir aquí.
Imposible resistirse a vivir aquí.

La enseñanza en este lugar tiene un gran beneficio para los chicos de la comuna. Lo que hace Gangotena es admirable, se preocupa por el bienestar y la educación de los jóvenes que antes no contaban con un centro educacional cercano. No cabe duda que Felipe es una persona digna de admirar, decidió dejarlo todo: su dinero y comodidades, por venir acá a realizar su objetivo primordial y vivir frente a un paradisiaco mar, en una casa pequeña de madera, donde –como nos comentaron– su único lujo ha sido traerse un piano.

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5 Comments

  1. Felicitaciones muchachos… sigan adelante, que lluevan bendiciones en su camino.

Gracias por tu comentario, lo apreciamos mucho.

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